CAMPO
Destacan el potencial maicero argentino
En Argentina hemos llegado a un límite de disponibilidad de
tierras fértiles para la expansión de la producción. Por lo tanto, el único
camino para aumentar el volumen de cosecha es dar un salto en productividad.
Este dilema fue planteado por Miguel Taboada, especialista
de INTA, en el congreso de Maizar. Allí se refirió a la necesidad de mantener
el estado físico del suelo para incrementar los rendimientos de los cultivos.
Actualmente, los rindes que obtienen los productores en el
lote son marcadamente inferiores a los que se podrían alcanzar con la genética
disponible. De acuerdo a Taboada, “en maíz hay materiales que tienen un
potencial de 200 quintales por hectárea pero en el campo no se logra ese
rendimiento ni por asomo” y lo atribuye en gran parte a la calidad de los
suelos.
“Tenemos maíces que son ‘Ferraris’ pero los hacemos correr
por rutas llenas de pozos”, ejemplificó. Y llamó a cuidar el estado físico del
suelo, cuyo rol es esencial como proveedor de agua y nutrientes. El monocultivo
y el tránsito intenso y pesado sobre suelos pobres en materia orgánica o
limosos, dan como resultado tierras deterioradas.
“En años húmedos, hay eventuales compactaciones,
encharcamientos y anoxia; mientras que en los que alternan períodos secos y
húmedos, las raíces tienen problemas para desarrollarse en sus primeros
estadios”, señaló el experto. Si hay menos raíces, está claro, habrá menor
absorción de agua y nutrientes para el cultivo.
Según Taboada, sembrar pasturas con gramíneas, hacer
rotación con maíz y sorgo e incluir gramíneas como los cereales de invierno,
son buenas alternativas de manejo para favorecer el estado físico de los
suelos. “Los sistemas de producción con baja intensificación dan lugar a tipos
de estructura laminares y masivas”, explicó.
A su turno, Fernando García, de IPNI, advirtió otra vez que
los balances de nutrientes en cultivos extensivos son negativos. “Si bien hay
un consumo creciente de fertilizantes, la aplicación es menor a la extracción”,
aclaró. Hoy se repone el 50% del nitrógeno y el fósforo, y solo el 40% del
azufre.
De acuerdo a García, en ensayos realizados durante catorce
años en el sur de Santa Fe, la fertilización balanceada impactó positivamente
en la productividad, la rentabilidad y la salud del suelo. “Reponer vale la
pena, pero hay que cumplir los cuatro requisitos del manejo responsable de
nutrientes: hacerlo con la fuente, dosis, momento y localización correctos”,
señaló.
Para eso, se debe hacer un diagnóstico inicial preciso de la
fertilidad del suelo. El especialista también llamó a integrar tecnologías de
procesos y de insumos para acortar las brechas de rendimiento y cambiar la
visión empresaria mirando más el sistema entero que el cultivo.
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