La batalla ganada por el periodista James Foley tras su
decapitación
Se cumple un año desde que se difundió por los foros
yihadistas la decapitación del estadounidense, secuestrado en Siria en 2012
El avispero sirio es el infierno en la tierra para los
periodistas. Una vez recrudecido el conflicto, lo que al principio fue el
destino anhelado por tantos y tantos corresponsales de guerra y freelances de
medio mundo, pronto se convirtió en terreno vedado para los medios de
comunicación. El 19 de agosto de 2014 la propaganda del Estado Islámico firmó
un nuevo capítulo del horror al difundir la decapitación del periodista
estadounidense James Wright Foley, secuestrado en Siria en 2012. Fue el primero
de tantos otros.
En este triste aniversario, el medio para el que Foley
colaboraba de freelance, Global Post, hace un balance de la guerra de Siria y
los periodistas que han ido a cubrirla. «Se ha vuelto casi imposible informar
con precisión desde el interior de Siria. Es demasiado peligroso», escribe el
medio, que también se hace eco del comunicado lanzado por el Comité para la
Protección de los Periodistas (CPJ).
En los cuatro años de conflicto, la guerra de Siria se ha
cobrado la vida de más de 80 periodistas, según el CPJ, que hace que sea la
segunda contienda más mortífera para los periodistas después de Irak, donde más
de 160 reporteros han muerto desde 1992.
La captura de un occidental, especialmente si se trata de un
estadounidense, es todo un botín de guerra para los yihadistas, sobre todo en
el plano propagandístico, al concienciar y seducir a más jóvenes para combatir
por la yihad a través de redes como YouTube o Twitter.
Estado Islámico también secuestró a europeos, pero los
rehenes de Estados Unidos y Gran Bretaña, cuyos gobiernos públicamente niegan a
pagar secuestradores, fueron cruelmente ejecutados a sabiendas de su
repercusión.
La muerte de Foley, cuya familia consiguió reunir el dinero
exigido por los terroristas para su liberación, situó en el centro del debate
la cuestión de si se debía o no negociar rescates con terroristas y si era un
error impedir a las familias y amigos de los rehenes estadounidenses pagar por
sus seres queridos secuestrados.
A este respecto, hace unos meses el Gobierno estadounidense
accedió a que las familias pudieran pagar el rescate para liberar rehenes.
Así y todo, Washington ha reiterado que no negociará ni
pagará rescates a grupos terroristas, manteniendo su denominada política «sin
concesiones», que lleva en vigor varias décadas y que se diferencia claramente
de la que tienen los países europeos.
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